Banda sonora : Cinema Paradiso



Negar que Ennio Morricone fue uno de los mejores compositores de la historia del cine, es un pecado imperdonable. Sus bandas sonoras nos han acompañado durante muchos años, con composiciones tan entrañables como  'La Misión', tan reconocibles, como el tema principal de 'El bueno, el feo y el malo' o 'Por un puñado de dólares'.



Pero una del las mejores bandas sonoras, y que todos hemos escuchado en algún momento de nuestra vida, es la que compuso para la película italiana 'Cinema Paradiso'.

Cuando uno recuerda la escena final en la que el protagonista ve todos los besos del cine, acompañada de la banda sonora, es una experiencia maravillosa. Convirtiéndose en una de sus bandas sonoras más reconocibles, donde el maestro nos hace soltar seguramente una lagrima.




Cinema Paradiso es una de esas grandes películas que hay que ver en la vida. Dirigida por Tornatore en 1989, es un canto al cine, y a las salas de proyección. La película se alzó con el Oscar, el Globo de Oro y la Palma de Oro en Cannes, y es un clásico indiscutible de la historia del cine.

La maestría de Morricone, en esta película es tal que consigue dar con la tecla que apela a nuestros sentimientos más profundos, rodeándonos de una melancolía insuperable. 




La película comienza, con el tema que da nombre al film, alza el telón de lo que vamos a ver. Un piano nos guía, nos abre la ventana hacia donde nos vamos a asomar, y la sección de cuerda hace el resto. Un regreso a nuestra infancia, a esos momentos inolvidables, en la que creíamos que nada nos podría pasar y que todo lo mejor estaba por llegar. 




“Love Theme”, un corte que sorpresivamente está creado por su hijo Andrea Morricone, dota a las imágenes del film de esos destellos de amor, pasión, y recuerdos, que nos hacen sentir participes de lo que allí está ocurriendo; un corte bello, que representa uno de los momentos álgidos de la banda sonora.




La relación entre Toto y Alfredo queda reflejada para la posteridad con el corte dedicado a ellos, y que lleva su nombre. Un violín se muestra jubiloso, y la sección de cuerda lo acompaña como guía entre los entresijos de esta relación tan bella. 


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