Cindy Sherman ( Fotógrafa )

 

Cindy Sherman ( 1954 )


Nacida con el nombre de Cynthia Morris Sherman, es una fotógrafa y directora de cine estadounidense. Una de las mayores representantes de la fotografía de posguerra, exhibió más de tres décadas de su trabajo en el MoMA de Nueva York.





A pesar de que en la mayoría de sus fotografías aparece ella misma, no las considera autorretratos. Sherman se utiliza a sí misma como vehículo para representar una gran variedad de temas del mundo contemporáneo, como el papel de la mujer o el papel del artista. A través de una serie de diferentes obras, Sherman ha planteado difíciles e importantes preguntas sobre el papel y la representación de las mujeres en la sociedad, los medios de comunicación y la naturaleza de la creación del arte. En 2020 fue galardonada con el Premio de la Fundación Wolf de las Artes.





Después de su graduación, en 1976, decidió mudarse a Nueva York para embarcarse de lleno en su carrera artística, en un loft en Fulton Street en el bajo Manhattan. Fue entonces cuando comenzó a tomar fotografías de sí misma. Estas fotografías, autorretratos conceptuales, vendrían a ser conocidas como Complete Untitled Film Stills (1977-1980),. en los que escenifica situaciones con vestuario y utilería para dar a las fotografías la apariencia de un fotograma cinematográfico, usando estética y planos propios del Cine negro.





La época en la que Sherman se dio a conocer como fotógrafa había muchas mujeres artistas cuyo trabajo respondía a la mirada lasciva de un público masculino. La artista neoyorquina de performance Hannah Wilke era un peso pesado durante este periodo, a menudo posaba desnuda y disfrutaba abiertamente de su atractivo erótico. Resultaba en parte un personaje voluntarioso y en parte una verdad física. Al contrario que el exhibicionismo de Wilke, que empleaba el desnudo como una liberación, Sherman ha sido siempre una artista del ocultamiento, disfrazándose desde mediados de los setenta para emular fantasías pop. El desnudo no formaba parte de su trabajo a pesar de que en los años ochenta,  tras los éxitos de sus fotogramas, adoptó en su fotografías pechos sintéticos y vulvas artificiales que añadían un divertimento vicioso a la fantasía masculina.





Su efecto teatral respondería a su naturaleza esencialmente artificial. Vistas de este modo, las imágenes pierden su extravagante intensidad y se convierten en crítica a la femineidad tal como Hollywood la representa. Aunque el artificio es una estratagema importante en los trucajes de Sherman, también intenta expresar la verdad de la pose. Esto crea una dialéctica, presente de una manera más poderosa en sus primeros trabajos. Como veremos, en su última obra la artista sucumbe al rencor y a una visión negativa de la mujer. Sherman conjuga la verdad y el artificio al mismo tiempo. Hace hincapié en el momento que surge cuando una mujer ya no sabe si está interpretando un papel o revelando su propio ser.





Una de las diferencias más importantes entre Nan Goldin, la otra fotógrafa americana, y Sherman radica en que la llamada autenticidad de Goldin es consecuencia de una realidad producida por su propio interés en el sexo, mientras que Sherman es una artista cuyas recreaciones dan como resultado algo mucho más creíble. El aura de fantasía de Sherman nos lleva de alguna manera a aceptar su contrario, es decir, aceptar que lo que vemos es real. La transformación resulta básica en la personalidad artística de Sherman. Transforma su ropaje psicológico desde una ingenuidad supuestamente inocente hasta las imágenes que muestran, en un proceso de enojo ascendente, a una mujer cuyas interpretaciones alcanzan una ferocidad prácticamente mitológica.





Las fotografías más lóbregas se dan a finales de los ochenta y principios de los noventa: son espantosas y grotescas. Hay una brecha enorme entre sus fotogramas y los trabajos hechos con partes del cuerpo sintéticas. La fealdad deliberada en el arte tiene una larga historia, sin embargo en el caso de Sherman la desfiguración es tan extrema que de alguna manera pierde la capacidad de sorprender. Sherman está sobreactuando al mostrar su sentido del decoro destrozado, donde las imágenes se convierten en ejemplos de una malformación extrema, hasta el punto de que ya no son terroríficas sino absurdas.





En sus trabajos más recientes, vemos a una artista entrada en años que continúa agitando el arquetipo de la mujer en sociedad. La idea de una belleza pasada, muerta en la actualidad, aparece con frecuencia; la vulnerabilidad en muchas de sus fotografías llega a ser repugnante. 



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