La música que abre la proyección se basa en el tema Dies irae, un himno fúnebre latino de la Edad Media remezclado con sintetizadores y voces por Wendy Carlos y Rachel Elkind, que ya habían intervenido en la banda sonora de La naranja mecánica. Sin embargo, a pesar de la cantidad de material original de Carlos y Elkind, Kubrick prefirió que la ambientación sonora se basara, sobre todo, en obras de autores de música clásica europea: el francés Hector Berlioz, los húngaros Béla Bartók y Gyorgy Ligeti y, especialmente, el polaco Krzysztof Penderecki.
El xilófono de apertura, cuando Danny abre despacio la puerta, parece decir: «Espero no despertarle…», aunque sí lo despierta. Luego, cuando el niño pregunta: «No nos harás daño a mamá o a mí, ¿verdad?», el sonido se vuelve oscuro y amenazador, aunque luego el clima cobra brillo cuando el padre replica: «Nunca te haré daño. Nunca. Nunca». Esta pieza de música corresponde realmente a una tercera parte del tercer movimiento de la composición, pero gracias al trabajo de edición la duración coincide exactamente con la de la escena de Jack y Danny.
Una muestra de las conexiones internas de la narración está en el hecho de que la canción que acompaña la secuencia final, cuando la cámara se acerca a la foto antigua de Jack en un baile de época, es la misma que antes había amenizado la esplendorosa fiesta en la Gold Room.
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